martes, febrero 01, 2011

VER
















































































Sólo un chiflado emprendería por cuenta propia la tarea de hacerse hombre de conocimiento.
A un hombre cuerdo hay que engañarlo.
Hay montones de gente que acometerían con gusto la tarea, pero ésos no cuentan.
Casi siempre están rajados. Son como cántaros que por fuera se ven en buen estado, pero que comenzarían a gotear en el momento en que los sometieras a presión y los llenaras de agua.
Cuando un hombre no se preocupa por ver, las cosas le parecen más o menos lo mismo cada vez que mira el mundo.
En cambio, cuando aprende a ver, ninguna cosa es igual cada vez que la ve, y sin embargo es la misma.
Para el ojo de un vidente, un hombre es como un huevo.
Cada vez que ve a un mismo hombre, ve un huevo luminoso.